Punto de vista
Fuimos invitadas, con poca anticipación, al cumpleaños de un niño de 4 años, que tiene un hermano de 8. Los llamaré Luchito y Ernesto. Tienen muchos juguetes, por lo que es difícil hacerles un regalo que les llame la atención. En este caso, ni siquiera había tenido tiempo de comprar uno, por lo que decidí obsequiarle un osito de lana que tenía en casa, muy tierno, que había adquirido meses atrás en la Casa de la Mujer Artesana. ¡Éxito total! A Luchito le encantó y lo bautizó inmediatamente. Su mamá le propuso mostrárselo a su hermano, pero Luchito no quiso, porque dijo que Ernesto solo diría “ya”. La mamá insistió y fueron a buscar a Ernesto, quien solo dijo “bonito”. Entonces, ella, en inglés, le sugirió que dijese algo más y Ernestito añadió: “¡Y tiene una chalina para el invierno!”. En este intercambio, que fue rapidísimo, no deja de asombrarme cómo puede albergarse un nudo de cuestiones esenciales: demanda de reconocimiento, sensibilidad y habilidad para facilitar la comunicación, capacidad de observación al servicio de aquella demanda.
Hay reconocimientos que enaltecen no solo a quienes los reciben, sino tanto o más a quienes los otorgan. Un ejemplo: el homenaje que la Sociedad Peruana del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social ofreció a uno de sus fundadores, el doctor Luis Aparicio Valdez. La ceremonia, que se realizó en la Casona de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, consistió en la presentación de un libro que comenta su influencia en el derecho laboral peruano y que contiene 26 trabajos de sendos miembros de la Sociedad Peruana del Derecho del Trabajo. Este tipo de reconocimiento a una persona que lo merece ampliamente al mismo tiempo contribuye a consolidar a la institución que lo ofrece.
¿Podemos imaginar una colectividad sin reconocimientos ni estímulos? No hay que esforzarse mucho. Así opera la administración estatal debido a la inexistencia de una carrera pública. Este fue el tema de una reciente actividad, organizada por el Acuerdo Nacional.
Lo que hay, más bien, son desincentivos: funcionarios que están en la misma categoría y tienen la misma responsabilidad reciben remuneraciones muy diferentes por pertenecer a distintas regiones; hay personas que están trabajando por años bajo regímenes que no generan “vínculo laboral”. Muchos trabajadores no tienen motivación para capacitarse ni para mejorar su desempeño, pues no significa diferencia alguna. La eliminación de la Ley 20530 y el régimen de la cédula viva fue un primer paso para proceder a reordenar y formalizar al personal que trabaja para el Estado, pero no se ha avanzado más. Hay que diseñar, organizar y poner en marcha una carrera pública en la que se reconozca el mérito principalmente, que sea entendida como un servicio civil, orientado al servicio de los ciudadanos.
Esta es una reforma que no puede esperar. Se cuenta ahora, al menos en parte, con los fondos que ella requiere. Hay que hacerla en diálogo con todos los involucrados, pensando en qué tipo de Estado es el que queremos.
Fuente: El Comercio
Fecha: Martes 8 de abril de 2008